el amor es el único y último recurso que nos queda para salir ilesas de la vida

EL AMOR ES EL ÚNICO Y ULTIMO RECURSO QUE NOS QUEDA PARA SALIR ILESOS DE LA VIDA

En mi casa había un libro. A decir verdad, había tres


Hay versos que se escriben cuando se han acabado las palabras.

viernes, 10 de diciembre de 2010

QUIEN AL TRONCO SALE

No tenía que hacer un gran esfuerzo para imaginarse cómo sería de mayor. Sólo tenía que mirar a su madre. Ahora eran idénticas, con las diferencias lógicas de los treinta años que las separaban; por eso, si quería figurarse como sería a la edad de sesenta años, cogía la foto de su madre o la invitaba a merendar para mirarla bien mientras ella comía deleitándose su palo de nata y sorbía su café con lujo y delicadeza exagerada.



Aquella tarde se habían citado para ir a la peluquería y compartían las manos de la peluquera que alternaba entre las dos cabezas dándole a cada una el mismo estilo aunque las dos llevaban peinados diferentes y distintos largos de pelo. Mientras ignoraba la conversación de la peluquera con su madre, analizaba sus gestos, sus mohines, la escuchaba y se daba cuenta de que a medida de que iba creciendo, llegaron a tener el mismo tono de voz, bien timbrada, si bien su madre hablaba sin descanso cantidad de inconsistencias y ella era más comedida, a veces excesivamente callada.
Se preguntó cómo sería dentro de otros treinta años.
Se preguntó como pensaría, como hablaría, qué vida llevaría cuando tuviera la edad que tiene ahora su madre. En definitiva se preguntó si se parecería a su madre cuando tuviera la edad que ella tiene ahora.
Se peinaría como ella, hablaría su jerga de mercado y televisión, seguiría sus pautas sociales. Odiaría a su marido o sentiría hacia él la misma indiferencia que su madre siente por el suyo, su propio padre.
La madre de Laura seguía hablando con la peluquera mientras Laura ajena a su conversación rompía a llorar amargamente, en silencio. Una cascada de lágrimas corría por sus mejillas y eran secadas al momento por la acción del secador encasquetado en su cabeza. Mientras la peluquera daba los últimos toques sobe el peinado de su madre, Laura admitía la delicadeza del cuerpo materno, su peinado elegante, el corte clásico de su falda, la perfecta armonía de sus dedos rematados por las largas y bien cuidadas uñas. Esperó que definitivamente su marido conservara su buen trabajo e incluso que siguiera ascendiendo, lo que le permitiría mantener el mismo nivel de vida que puede llevar su madre. Al fin y al cabo, ya que han de parecerse tanto físicamente…

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