el amor es el único y último recurso que nos queda para salir ilesas de la vida

EL AMOR ES EL ÚNICO Y ULTIMO RECURSO QUE NOS QUEDA PARA SALIR ILESOS DE LA VIDA

En mi casa había un libro. A decir verdad, había tres


Hay versos que se escriben cuando se han acabado las palabras.

domingo, 21 de noviembre de 2010

estos niños tambien existen

ESTOS NIÑOS EXISTEN Y SI NO LOS VEMOS ES PORQUE NO QUEREMOS VERLOS. ABRAMOS LOS OJOS DE UNA VEZ POR TODAS.



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jueves, 18 de noviembre de 2010

EL PERRO




--Vamos Sultán, vamos que te duermes…
A duras penas consigo que se ponga sobre sus cuatro patas y me siga. Nos soportamos. Nos compenetramos. Si no fuese por él yo no saldría. Y al revés, si no fuese porque yo sacudo su pereza se quedaría todo el día tirado sacudiendo el aire con el rabo. Como yo, ha comenzado a estar viejo y ha dejado de ser juguetón. Creo que tiene rarezas típicas de la edad avanzada y está impertinente como muchos ancianos. A veces se lo digo y creo que me entiende. Ya de vuelta a casa tiraba de mí y de la correa como si tuviese urgencia por llegar, como si algo inefable le esperara al llegar a casa.
Inesperadamente dio un tirón y la correa se soltó de mi mano desprevenida. Corrió enloquecido hacia adelante. Tal vez no quería hacer nada, sólo llegar, pero para la niña que venía de frente cogida de la mano de su padre, aquél animal corriendo extraviado --perturbado parecía--, por la acera, significaba el más feroz de los animales imaginado en sus infantiles selvas.
Sucedió todo con tanta rapidez que apenas pude darme cuenta de nada. Sólo después de un tiempo que a mí me pareció interminable, cuando llegaba a la altura de los dos y pude verles el miedo en la cara, llegué a sentirlo como si fuese mío.
En los ojos despavoridos de la niña brillaban aun los ojos enrojecidos de Sultán y sus dientes afilados asomando a su boca como un aullido en forma de puñal. La niña ahogaba un grito sin sonido, mientras su padre, en un gesto desesperado la cogía en volandas levantándola del suelo y encerrándola entre sus brazos. El perro siguió corriendo calle adelante ajeno a todo lo que había provocado.
No supe qué decirles. Miraba la ira en los ojos del hombre, el miedo en la niña aferrada al cuello del padre y supe que cualquier cosa que dijera carecería de importancia. Comprendí que el hombre me entendía cuando sintió mi silencio y me vio seguir calle abajo detrás del perro.
Cuando llegué ya él estaba allí, jadeando en la puerta de la casa esperando mi llegada. Las cuatro pezuñas clavadas en el suelo, arrogante, babeando, la lengua colgando de la boca, mirándome descarado y satisfecho de la proeza que había realizado. Inquisidor y desafiante parecía estar diciéndome “¿ves como no estoy viejo? Te gano a las carreras mientras que tú ya no puedes con tu alma.”
Le di la razón mientras lo odiaba con todas mis fuerzas. Se dio cuenta y desde entonces cada día repite un momento sublime como aquél. La última solución será devolverlo a la perrera.

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lunes, 15 de noviembre de 2010

AY AMOR, AY AMOR...



¡Ay amor, ay amor!... si supieras lo que voy a hacer, lo que estoy a punto de hacer lo entenderías. Creo que sí, si lo sabemos los dos, si ya lo sabes por cómo me miras, por como sé que me descubres cuando te estoy mirando, por esa súplica callada que veo en tu tristeza, por esa mirada apenada y llena de rabia que veo en tus ojos cuando te acerco la cuchara a la boca, cuando te sostengo para mudarte de lugar o cambiarte la ropa, cuando te vuelco sobre la cama, porque no puedo hacer otra cosa, cuando te cambio los pañales mientras sigues sonrojándote, una y otra vez te sonrojas como si después de cincuenta años casados y tres hijos, que yo pueda verte en ciertas actitudes pudiera ser algo inadecuado…y sigue dándote vergüenza. Nunca hemos necesitado decirnos mucho para entendernos.
¡Ay amor, ay amor…! No sé cómo hacerlo pero sé que lo que haga será un sufrimiento que padeceremos los dos. Los dos. Yo más que tú, yo más que tú, no sé…no sé cómo lo haré, Dios mío… Nadie lo entenderá, o sí, posiblemente alguien entienda lo que hago, pero es lo que menos me importa ahora, pensar en lo que pensarán los demás de mí. Dirán que soy un monstruo, alguien sin entrañas ni corazón… ¡Ay, si supieran…!
Bueno, manos a la obra. Seré esa alimaña que he de ser porque solo una alimaña podrá hacerlo… Aunque me pongo en el lugar de los demás y nadie podrá superar mi dolor.
Me puse a hacer todo lo que tenía planeado. Porque estas cosas requieren de una preparación. Más que unos utensilios, es necesario un pensamiento frío, una decisión firme. Me puse a hacerlo por tercera vez y me detuve de nuevo. Vuelta atrás y un sudor frío corriéndome por la espalda. Si me tomara un poco de alcohol, un poco de vino sería suficiente… No sé cómo lo haré, pero tengo que hacerlo hoy. Sobre todo que el pensamiento sea firme, que la decisión sea tan robusta que no pueda echarse atrás. Que la mente no dude. Sé que ella me ayudará, pero por mucho que lo intente no podrá poner la fuerza, sólo la intención. Y no sé si con eso será suficiente.
Ayúdame, María, ayúdame, mujer… ya sé que no puedes contestarme ni hacerlo, pero ya sabes que solo, sin tu ayuda no podré. Mírame al menos, dime que sigues con la misma idea, que no has cambiado, María, que esto es muy serio. Tengo que estar seguro y decidido, firmemente decidido, después me toca a mí y no sé si me quedaran fuerzas…




Me gustaría leer mañana los periódicos. Pero como sé que no podrá ser me imagino los titulares. Pero bueno, también son ganas las mías de andar pensando en eso. Mañana, como si a mí pudiera importarme lo que pasará mañana ni lo que digan los periódicos ni lo que diga nadie. Pero sí me gustaría saber lo que dirán nuestros hijos, ver sus caras, qué expresiones pondrán en sus caras, sus miradas atónitas, incrédulas… no serán capaces de creerlo cuando les den la noticia, cuando tengan que venir a certificarlo todo… ¿Te imaginas, María? Tres hijos que hemos parido y criado con tantos sacrificios… bueno, para qué pensarlo…Ya no hay vuelta atrás. Solo cuenta atrás. Y cada vez me cuesta más trabajo comenzarla.
Contemos hacia atrás, María, hagamos el camino a la inversa, recordemos los mejores días de nuestra vida… Yo le iba diciendo lo que tenía que hacer pero no era necesario porque ella conocía los movimientos, me ayudaba, los iniciaba incluso cuando me veía dudar. Con la debilidad de sus manos y la escasa fuerza de sus brazos empujaba mis manos hacia dentro haciendo presión sobre la almohada. Cerraba los ojos, yo también los cerraba, quería que todo pasara cuanto antes, sin darnos cuenta, pero era más difícil de lo que habíamos pensado y no teníamos fuerzas, yo flaqueaba, y cuando ella se daba cuenta hacía un movimiento y apretaba con sus manos hacia dentro para recordarme lo que estaba pendiente y para que yo no alargara más aquél momento.
Y yo pensaba en mí, quién me ayudará después a mí, cómo voy a hundirme la cara en la almohada, o a tener valor para clavarme el cuchillo o tirarme desde la terraza?
Y a pesar de todo lo que más me duele ¿sabes qué es? que mañana estaremos en las estadísticas, que serás una víctima más de machismo que nunca había puesto una queja ante las autoridades y yo un sucio marido desalmado, cobarde, que ni siquiera ha sido capaz de rematar la faena después de comenzada. Porque no seré capaz, María, te lo juro, ¿cómo voy a serlo si no he matado una mosca en mi vida?
¿Qué será de mí mañana, María, qué será de mí? Tú dejarás de sufrir, descansarás, y yo.., me meterán en la cárcel si me quedo vivo después de lo que intente? Porque algo intentaré, no sé si remataré la faena, pero creo que no lo lograré. Soy un cobarde, siempre lo he sido, siempre has sido tú quien ha llevado la voz cantante, quien ha puesto los puntos en las íes, quien ha educado a los niños… y quien los ha disculpado también, porque mira, mira como estamos, solos, abandonados, enfermos, tú impedida, yo muerto de miedo, y tres hijos por ahí que llaman de vez en cuando para saber cómo estamos.
Cómo estamos. ¿Cómo estás, María? Inmóvil en una cama, sin voz y casi ciega. ¿Y yo? Yo estoy bien, gracias. Ochenta y cuatro años, pero quién lo diría, ¿verdad? bien, bien. Por eso nuestros hijos confían en que sepamos arreglárnoslas solos.
Dijeron los de la asistencia social que la semana que viene nos llevarían a una residencia, dijeron hace más de dos meses, y no podemos más, no te quejas porque no puedes hablar, pero sé cómo lloras, cómo me miras, como me suplicas con la mirada. ¿Me oyes, María? No me entretengo más, ya voy, ya voy…
Ya voy María, ya voy. A rastras, pero voy… si tu pudieras ver cómo me siento… No importa que no me veas, lo sabes, lo sabes mejor que yo. Lo que no sabes es que va a ser de mí a partir de mañana, cuando me quede solo y solo sea un criminal confeso.
¡Ay María, ay mi María…!

sábado, 6 de noviembre de 2010

SOLO TU BOCA



Se han movido los cimientos de la tierra, los ríos se han partido en cientos de afluentes y han corrido buscando vertientes efímeras y lejanas y se han tragado el fuego los volcanes y han eructado espumas las gaviotas. Se han perdido cosechas importantes, han quedado expuestas las miserias de las minas, la noche se ha precipitado sobre el mundo y las montañas de rocas han escupido piedras. Todo ha quedado reducido a escombros.

Solo tu boca se salvó de la barbarie.

Corrimos despavoridos como locos buscando la salida. Las puertas se cerraron, la gente se pisaba enloquecida, los más malos juraban por sus muertos, meteoros salvajes, flechas envenenadas, idearios destrozados bajo bancos de cenizas, luciérnagas sin luces y flautas sin sonido, caracolas sin brisa, palabras como gritos, semáforos groseros y rayas amarillas. Escombros, más escombros y montones de muertos. Estiletes en las uñas y miedo en el asfalto. El mundo es un problema sin solución alguna. Las estatuas destrozan sus peanas, el caballo monta a su jinete y el cielo se pone boca abajo y escupe sobre el mundo y nos ensucia. Y cuando preguntamos nos responde con monedas manchadas. Y quien sabe la respuesta se la calla, quien no la sabe miente y habla, pero nada se ha salvado de la ruina. La tierra es un lugar inhabitable y hueco.

Todo ha quedado reducido a tu boca.

Solo tu boca me salvó de la barbarie

miércoles, 3 de noviembre de 2010

LA NOCHE DEL COMETA

Era una noche distinta y extraña aquélla noche, aunque parecida a todas las anteriores en el formato de calor insufrible y terco, con vaharadas de aire caliente que penetraba en los entresijos de los instintos. Habían pasado muchas noches entre ésta y aquélla otra que no consigue olvidar, pero no había sucedido nada digno de recordar; sólo que ella creyó morir, que su reloj, en muchos momentos, se paraba. Había subido la temperatura considerablemente, el cielo se veía altísimo, intensamente negro y estrellado. Había un brillo especial en las luces de la calle, un brillo salpicado de opacidad y hasta el silencio parecía estar expectante de algo inaudito que estaba por ocurrir.
Parecía reflexionar en la grandiosidad de aquélla noche cuando fijó los ojos en la bóveda inmensa, brillante y negra que se sostenía sobre el mundo, y se sintió pequeña hasta la enormidad, insignificante y nula. Pensó que el hombre no podría nunca ser tan perfecto como todo aquello. Y entonces fue cuando lo vio, mayestático y hermoso ante la nebulosa de su estela plateada.
Solo, errante, por los siglos de los siglos. Y supo que un hombre sólo, una mujer, solos bajo aquella noche, como estrellas sin luz y extraviados entre millones de estrellas, no son nadie, no son nada. Apenas dos migajas de una nada enorme, perdidos en una enorme soledad desértica.
Y sintió algo indescriptible en su interior, como si de pronto se reconociera en una edad lejana, cuando aún se sabía una romántica incorregible, cuando aún era rebelde y subversiva y guerreaba en las calles y portaba estandartes y gritaba consignas y se sentía capaz de cambiar el mundo y sus sistemas, porque sabía que vivían en un mundo imperfecto y soñaba con hacer otro maravilloso, como si de la nada de un sueño pudiera cambiar las cosas…



…Y comenzó a elevarse sin despegar los pies del suelo hasta alcanzar al cometa que la esperaba solo en la altura, en la bóveda estrellada y negra del firmamento.

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sábado, 30 de octubre de 2010

NO ES MI GUERRA




No es mi guerra. No es mi casa ni mi ciudad ni mi gente ni mi sangre ni mi dolor ni mi batalla. No es mi paz ni mi tregua ni mi día más gris ni mi rabia ni una señal de alarma ni mi miedo ni mi taza de té ni mi grito de auxilio ni una parada al borde del cansancio. No me intimida ni me perturba ni me descuida ni desazona mis pulsos acelerados. No marca mis horarios ni escribe mis discursos ni le pone el aceite a mis tostadas. No anda en mi camino ni se pierde en mis dudas ni aconseja mi rumbo cuando lo estoy perdiendo. Pero en algún momento se me queda mirando cuando cree que no lo advierto y rectifico toda mi jornada. Cambio el rumbo y desoigo los consejos, deshago el camino comenzado y le quito el aceite a las tostadas y le pongo la sal y todo se convierte en un milagro. Y entonces es mi guerra y despierta con ruidos mis mañanas y se queda a vivir en mi cueva y pasea sin prisas por mi sangre y se busca un hueco en mi dolor y lo amortigua y apaga las señales y enciende el faro para que solos, sin muchas disciplinas ni razones, boguemos despacito hasta su puerto.

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martes, 19 de octubre de 2010

UN DÍA DE LLUVIA

UN DIA DE LLUVIA LARGO TIEMPO ESPERADO

…Y llueve.
Con un cántico hermoso que la memoria ya ni recordaba, insistente y tenaz cae la lluvia ávida de tierras y pantanos, de verdores espesos, de caudales rabiosos, llueve…
…Llueve, pero no como en los viejos tiempos en que las estaciones eran cuatro y ninguna escatimaba su eficacia y cumplía a rajatabla su tiempo de trabajo y su hora holgazana. Llueve…
…Con imperiosa fuerza la tormenta me tiene acorralada, parapetada detrás de los cristales, y después, con suavidad de caricia embaucadora disminuye el torrente de su ira y llueve mansamente, y conmueve, hasta que al fin sus fuerzas se vienen agotadas sobre mí y sus gotas son como caricias suaves resbalando por los costados de la desgana, activando su carga y poniendo en marcha el engranaje. Todo está listo para comenzar de nuevo.
Y ya no llueve. Fue como una lluvia pasajera que permitió que se calmara el miedo, que descansara el alma y se aplacaran los latidos furiosos que golpeaban con fuerza el pecho, que, como un oleaje de mar embravecido, salpicaba el alma de sudores extraños.
Tuvo una vida breve la lluvia esta mañana. Cuando se fue pudimos ver los desastres causados por la tormenta; ahora solo queda hacerse cargo de los daños, reparar las paredes destrozadas y reforzar los tabiques del corazón por si a la lluvia le da por golpear de nuevo.