UN DÍA DE LLUVIA LARGO TIEMPO ESPERADO
…Llueve, pero no como en los viejos tiempos en que las estaciones eran cuatro y ninguna escatimaba su eficacia y cumplía a rajatabla su tiempo de trabajo y su hora holgazana. Llueve…
…Y llueve.
Con un cántico hermoso que la memoria ya ni recordaba, insistente y tenaz cae la lluvia ávida de tierras y pantanos, de verdores espesos, de caudales rabiosos, llueve…
…Con imperiosa fuerza la tormenta me tiene acorralada, parapetada detrás de los cristales, y después, con suavidad de caricia embaucadora disminuye el torrente de su ira y llueve mansamente, y conmueve, hasta que al fin sus fuerzas se vienen agotadas sobre mí y sus gotas son como caricias suaves resbalando por los costados de la desgana, activando su carga y poniendo en marcha el engranaje. Todo está listo para comenzar de nuevo.
Y ya no llueve. Fue como una lluvia pasajera que permitió que se calmara el miedo, que descansara el alma y se aplacaran los latidos furiosos que golpeaban con fuerza el pecho, que, como un oleaje de mar embravecido, salpicaba el alma de sudores extraños.
Tuvo una vida breve la lluvia esta mañana. Cuando se fue pudimos ver los desastres causados por la tormenta; ahora solo queda hacerse cargo de los daños, reparar las paredes destrozadas y reforzar los tabiques del corazón por si a la lluvia le da por golpear de nuevo.
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