El Certamen del Canal Literatura - Parte 2.- (Y última)
Creo que tiene razón mi amigo Dami, a quien le he comentado lo que estaba haciendo, cuando me dice que es mejor dejar las cosas como están, no menear-las, impedir que se difundan los malos olores. Así evitamos contaminación. Soy partidaria de esto mismo, pero algo me escuece muy a flor de piel, me duele, me pica, me irrita, me convierto en un ser visceral, protesto ante las injusticias, me quemo porque pongo las manos en el fuego. Y las pongo por mí.
Así que continúo. Un día Luisa copia una cosa que yo he colgado en mi muro para ponerlo en el blog del canal, para lo que me ha pedido permiso, y yo se lo doy aunque no sé para qué es. De todas formas hubo un mal entendido aunque no pasó nada extraordinario después de las aclaraciones. Creo. Pero al menos en mí se ha instalado un mar de fondo, reconocible e insolidario. Cuando no entiendo algo no participo de nada. Me cuesta entender, soy cerrada de cascos, bruta, que se dice en mi pueblo.
Al mismo tiempo critico –opino negativamente, según mi forma de verlo- sobre un texto publicado en el Blog del Canal por Luisa Núñez. No entiendo parte de sus comentarios, no estoy de acuerdo con algunos de sus planteamientos y lo expreso así. No sucede nada especial, pero se comienza a tejer la red usando para ello la madeja de los descosidos feos. Al parecer nadie puede expresar un punto de vista contrario a la objetiva reflexión de la administradora del Blog.
¿Qué pasó después? Todo es tan sutil que me desvanezco en mitad de los caminos. Las encrucijadas carecen de sentido. En una búsqueda atrasada por los trabajos colgados en el Blog del Canal Literatura, no encuentro mi último poema, el que Luisa se llevó de mi muro; y en un momento de calor le escribo preguntando el por qué de su acción, creyendo que de verdad ha eliminado lo que antes colgó. Yo me había equivocado y no tuve paciencia para mirar todos los trabajos atrasados hasta llegar al mío, que efectivamente, permanecía allí, en el orden correspondiente al día de aparición. A todo esto, las cosas están tan feas que ni el hecho de pedir disculpas es capaz de calmar la tempestad. Si se me aceptan o no es algo que ignoro. Aunque mi sentido anexo me dice que efectivamente no se me dio credibilidad, pues a partir de entonces se han dejado de exponer los comentarios que envío cuando algo de lo publicado en el blog me gusta o atrae mi atención. Se ha borrado mi marca como seguidora del blog, he pasado a ser una “proscrita” y permanezco en los márgenes de la fiabilidad.
Ante todo esto, la indiferencia es la mejor de las actitudes. Y a partir de ahora entraré en ese estadio, pero antes quería dejar escrito esto. Solo he querido ser objetiva, clara y concisa. ¿Bajo mi punto de vista? Bajo el punto de vista de mi visión, de mi realidad. He dado grandes saltos en las explicaciones, pero todo está aquí más o menos condensado. Tanto mis impertinencias como las posibles actitudes jerárquicas y faltas de objetividad de quienes me piden dejar un grupo en el que antes me han invitado a entrar. Yo sé que esto no le importará a nadie, pero me importa a mí y con eso es suficiente.
Lo único que quiero es ratificar mi total y absoluta independencia y mi total y absoluta falta de comprensión con aquélla actitud que me coloca ante la pica de la suspicacia; y mi queja, porque a pesar del tiempo transcurrido todavía nadie me ha dicho qué era tan importante en Internet, para que yo dejara el Grupo de Lectura porque un participante declara su identidad y resulta ser un conocido. Me gustaría saber cuántos de aquellos concursantes son realmente conocidos de los organizadores y apoyados por ellos. Algunos deberían aplicarse parte de esa coherencia que reclaman en los demás.
Ya debería haber pasado de todo esto y mucho más después de tanto tiempo transcurrido. Pero estoy dolida y no me queda otro remedio que decirlo. Hasta que no lo haga no me sentiré libre. ¡Ya está!
Esto de los concursos… Ahora se habla de coherencia y credibilidad como si solo la pudieran otorgar ciertos estamentos, y sólo estar cerca del punto de vista de quien se cree con derecho a emitir juicios nos ofrece el privilegio de dichos bienes. En otro momento se cuestiona e incluso se trata de ridiculizar un tipo de sensibilidad que alguien da en diferenciar y poner etiquetas de buenas y malas. De sinceras o ridículas sensibilidades. Nadie puede ser tan sabio como quisiera ni ofrecer la credibilidad que niega a otros. Quien así piensa deja de ser coherente consigo mismo.
Sigo llamándome igual, sigo siendo la misma, no he cambiado más que en algún motivo externo casi imperceptible (o pronunciado, quien sabe). Mi color es el mismo, mi cabeza funciona igual, no me han cambiado nada. Mi credibilidad me la otorgan mis amigos porque me la merezco por mí misma. A estas alturas de mi vida no me veo en la necesidad de demostrar nada. Quien quiera creerme que me crea, y quien no, que me ignore, que haga oídos ciegos y ojos sordos a todo lo que vea y oiga, porque así demostrará su propia supremacía y será coherente con sus propios principios basados en la teoría del aire. Yo mientras tanto seguiré tropezando con las mismas piedras.
Y cuelgo esto en mi blog porque me da la gana y porque aquí no va a cuestionármelo nadie. Tampoco lo leerá nadie. No creo que haya motivo para la discordia.
Un saludo, que si alguien entra y me ve, no quiero que me tome por estúpida.
Yo te leo siempre y te comprendo muy bien. No te conozco mucho, pero creo que sé cómo eres.
ResponderEliminargracias. Ya veo que no todo está en saco vacío.
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