el amor es el único y último recurso que nos queda para salir ilesas de la vida

EL AMOR ES EL ÚNICO Y ULTIMO RECURSO QUE NOS QUEDA PARA SALIR ILESOS DE LA VIDA

En mi casa había un libro. A decir verdad, había tres


Hay versos que se escriben cuando se han acabado las palabras.

jueves, 7 de octubre de 2010

NO ES OTRA COSA LA VIDA



A esta hora y en el día de hoy, están pasando cerca muchas cosas. De repente el mundo ha cambiado de actividad y eso se nota cuando el silencio se ve interrumpido o cambian los ruidos a los que ya tenemos tan acostumbrados a los oídos que hemos dejado de escucharlos hace tiempo. Pasa todos los días a la misma hora, pero hoy especialmente me he detenido en ese detalle. Una mancha móvil y multicolor se acerca ruidosa por un lado de la calle y descubro en ella a los chiquillos que están saliendo de los colegios cercanos. Un grupo de albañiles detiene su faena y se sientan a la sombra, bajo los soportales de la calle, mientras van sacando bocadillos y botellas de agua y de cerveza de sus neveras portátiles azules y blancas. Por el olor que me llega es fácil adivinar que a alguien se le ha quemado el aceite en el que pensaba freír algún pescado o patatas. Imposible saber de quién se trata. La abuela Pepa pasea un perrito blanco de muchos pelos mientras le habla, le insiste en que haga sus necesidades, porque después ya no habrá remedio. La abuela Pepa, que sepamos no es abuela de nadie, pero es la abuela adoptada de toda la manzana, cuando no lleva a su perrito blanco por la calle, igual va hablando sola con su sombra, o sus espectros. Que para el caso a ella le da lo mismo. Una mujer con delantal y zapatillas de andar por casa se apresura hasta la tienda de la esquina. Seguramente olvidó comprar el pan. Cualquiera sabe a qué puede enfrentarse si no hay pan calentito en la mesa cuando llegue el marido fatigado de la obra, hambriento y deseando descargar su ira inaguantable sobre el más mínimo fallo. Aunque igual se lo inventa, y si no es por la falta de pan puede ser que el aceite se haya requemado y todo sepa a ajo frito.
No hay metáfora a este lado de la vida, ni posibles dobles lecturas en estas líneas sin argumentos. ¿Por qué hoy, precisamente, he venido a fijarme en que la vida sigue fiel a sus parámetros, y que eso que decimos que es la vulgaridad, la monotonía, la rutina, no es otra cosa más que la vida?

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