
Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños. La más pequeña hacía rato que dormía y por fortuna tenía un sueño profundo en el que no hicieron mella los gritos ni los golpes. No pude evitar que los otros dos lo presenciaran todo. Por fortuna nunca había pasado estando ellos presentes, pero hoy la imprudencia o las copas o no haber sabido contenerme como otras veces lo pusieron todo en peligro.
Conseguí desplazarme hasta la otra pieza para que al menos no vieran lo peor. Aquél día uno de los dos no salió vivo. Ahora espero poder demostrar legítima defensa.
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