el amor es el único y último recurso que nos queda para salir ilesas de la vida

EL AMOR ES EL ÚNICO Y ULTIMO RECURSO QUE NOS QUEDA PARA SALIR ILESOS DE LA VIDA

En mi casa había un libro. A decir verdad, había tres


Hay versos que se escriben cuando se han acabado las palabras.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Aquí, paseando en la noche a solas con tu ausencia...

viernes, 4 de diciembre de 2009


Unas alas blancas cercenaron el cielo y supo que la rapaz se acercaba. El tiempo se detuvo cuando la lechuza se posó sobre su pecho. El animal alzó el vuelo llevándose el dolor prendido entre sus garras.

Damian Marín.(sin su permiso)




NAVIDAD… NAVIDAD, DULCE NAVIDAD
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% $ e % ^^^^ ***** ****** Dulce navidad

jueves, 3 de diciembre de 2009


La mirada del asesino.
Yo me siento avergonzada, porque es vergonzoso que un medio de difusión nacional, o al menos con una portada y una tirada regional, un ultra de la derecha y del periodismo más rancio, arcaico, (y según ellos democrático) y de mayor tirada y vejez a nivel nacional, publique en portada una foto con un titular de semejante calibre y no haya en días posteriores ni una disculpa, ni una justificación, ni una excusa que minimizara la crueldad del titular ni sus argumentos. Sobre todo cuando se sabe la verdad de aquélla “mirada de asesino”.
Esa “mirada de asesino” no es otra que la de un hombre acorralado que ve lo que se le viene encima cuando ya es dado por culpable antes de haber visto ni una sola declaración. Y la jauría de periodistas y fotógrafos que ya lo están acorralando con el justificante de su defensa acérrima de los derechos del menor y su denuncia constante motivada por los malos tratos. Todo muy loable y de agradecer, por supuesto. Pero a éste hombre quién le quita ahora esa mirada, esa etiqueta, y se la cambia por la que realmente le corresponde. “La mirada del miedo”.
Me siento avergonzada, porque si fuese esta la foto de un político acusado de malversación de fondos públicos, de haber estafado al contribuyente, de haberse enriquecido a base de vaciar las arcas municipales, lo primero que se pide al opositor es que se tenga en cuenta la presunción de inocencia. Incluso si el que va entre policías esposado es un presunto maltratador y pertenece a un partido político que por circunstancias pertenece a la ideología política del medio que difunde la noticia y le proporciona amparo con su comentario.
Yo no tendría por qué, pero me siento avergonzada. Y lo digo aquí porque le escribí una carta en términos parecidos a la redacción del periódico y han hecho el mismo caso que si la hubiese escrito Leire Pajín. Al menos aquí espero que lo lea alguien.

miércoles, 2 de diciembre de 2009


Sufro de reincidencia pesimista.
Tengo el órgano vital hipertrofiado.
En el espejo soy la desconocida que plagia una mediocre
Y anónima silueta.
Poseo el lamentable mal del fatalismo. Yo soy mi Celestina
Y mi alcahueta,
Soy mi libre albedrío, mi inevitable estrella.
Me hablo y me contesto, me grito y me silencio,
Me quiero y me detesto; hurgo en mi piel,
Busco caricias y encuentro bofetadas.
Chillo, despierto.

-La perra gruñe incómoda, asustada. Pero ella está senil, la pobre…
No sabe que ya estamos en Abril,
Que despertó el jardín,
Que algunas noches yo también me asusto cuando ladra…








Ando por esos mundos de dios, sin dios y sin memoria
sin mundo conocido, sin techo que me ampare, sin cielo que recoja
mi sueño a la intemperie.
Ando por esos mundos de dios sin salir de mi cuarto, cuatro por cuatro metros
de paseos cotidianos, subiendo por paredes encaladas de llanto, de tristeza
y de olvido, que ya se me olvidó por qué tanta tristeza y tanto llanto.

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martes, 1 de diciembre de 2009





La chica y su billete de nueve euros

Desde que llegó al bar habían pasado casi dos horas durante las cuales consumió cervezas y cigarrillos con el mismo ritmo y parsimonia de quien realiza un trabajo maquinal y aburrido.
Para la primera copa me entregó al pagar un billete de diez euros y le devolví nueve. La cerveza en este bar es barata, así que por aquélla razón matemática y viendo el ritmo que llevaba supuse que acabaría gastando los diez euros, pero a aquellas alturas había perdido la cuenta de las que le había servido. Aquellas cosas deberían darme lo mismo. Mi trabajo es despachar y no estar pendiente de lo que consume nadie y menos criticarlo, pero aquella chica sin tener ningún encanto, desde que entró me había llamado la atención. No era guapa ni alta ni iba bien vestida ni mostraba nada para ser especial. Solo que yo la veía desvalida, como un perrillo abandonado que no sabe para donde mirar. Y estaba especialmente sensiblero.
Al poco rato entró un chico y se dirigió hacia donde ella estaba, le habló como si le pidiera algo y parecía ofuscado. Ella negaba con la cabeza y luego él se marchó como si nada. Ella apuró su vaso de cerveza, se levantó y pidió otra, esperando en la barra a que la atendiera. Cada vez que retiraba su vaso dejaba un euro en el mostrador.
Mientras tanto yo, cuando no tenía nada que hacer, seguía fijándome en ella manteniendo la discreción propia del buen camarero. Pero lo que más me sorprendía de ella era su abandono, la tristeza que emanaba de aquel cuerpo pequeño y desolado.
Encendía un cigarro tras otro, pero apenas fumaba. La ceniza del cigarro terminaba cayendo al suelo ante su pasividad y cuando notaba el calor cerca de sus dedos dejaba caer la colilla o la aplastaba distraída sobre el cenicero de coca cola. Sobre le mesa que ocupaba descansaba un paquete de tabaco negro y un encendedor de gas con el que a veces se distraía jugando con él entre las manos.
En un momento determinado vi que buscaba algo en su bolso. Tenía un cigarro apagado colgando de su boca y aquella figura me disgustó. Destruía de golpe la imagen de bondad que yo le suponía. Primero, con indolencia metió una mano y rebuscó a tientas sin mirar en su interior. Después abrió la gran boca del enorme bolso de tela vaquera e hizo una búsqueda más exhaustiva, sacando algunas cosas que dejaba sobre el velador. Por último, y al no encontrar lo que buscaba, vació todo el contenido del bolso sobre la mesa. Pensé que buscaba el mechero y me acerqué para ofrecerle fuego, suponiendo que el suyo estaría falto de gas, pero no lo aceptó. Entonces me fijé en sus ojos y vi que tenía la mirada cargada de vacío y desvaída, abotagada de humo y de cerveza.
Después recogió con urgencia todas sus cosas en el bolso, se lo cargó a la espalda y salió caminando con cuidado. Parecía mareada y mucho más pequeña que cuando entró. Sólo cuando la perdí de vista acudí hasta la mesa que había ocupado, cargado con la escoba y el recogedor para limpiar las cenizas, y allí, entre ellas, pesada y redonda, una moneda de un euro se hacía la remolona para entrar al basurero. Me agaché y la recogí, y salí a la calle mirando hacia donde la había visto marchar, aunque estaba seguro de que ya no la vería.

la vecina que no quería molestar

Hoy una vecina se coló en mi casa. Su consigna era que no me quería molestar y bajo esa premisa entró como un elefante en una cacharrería (nunca mejor dicho, porque es enorme). Sabía a dónde iba porque la distribución de nuestras casas es la misma y no tuve más remedio que seguirla mientras le preguntaba qué era lo que quería caminando detrás de ella. Casi no me da tiempo a decirle que no me importaba que me molestara, que me dijera qué era lo que buscaba, cuando ya tenía una escoba de cabo largo en la mano, había descorrido el ventanal de la terraza del tendedero y se afanaba en conseguir atrapar una prenda (resultó ser unos calzoncillos a rayas negras y amarillas del marido), que se le había escurrido de las manos y detuvo su caída en los cordeles de la vecina del sexto.
A todo esto continuaba imparable relatando el desgraciado accidente, que no quería molestarme, que la vecina del sexto no estaba nunca en su casa y que por eso venía a la mía, que qué cocina más bonita había puesto, que menos mal que había terminado las obras porque llevaban dos meses casi sin dormir, que otro día si yo lo necesitaba me ayudaría ella, y diciendo esto dio por terminada la misión y salió dando un portazo que retumbó las paredes del pasillo, llevándose con ella los calzoncillos mientras yo me imaginaba su marido escuálido y larguirucho vestido para matar como una salamenquesa.



Todo parece igual, pero todo es distinto.
Solo la piedra permanece

lunes, 30 de noviembre de 2009


Un coro de angelotes castrados cantan canciones sin estribillos y con desgana
Farinelli languidece de indignación en los sótanos donde duermen las máscaras olvidadas del carnaval
Mozart hace chirriar su estridencia contra los cristales mientras la loca fantasía de sus notas manda esquelas mortuorias a sus enemigos.
Es lunes. Todos los lunes de noviembre pertenecen a don Juan. Los lunes yo juego al dominó con mis fantasmas.

domingo, 29 de noviembre de 2009


Que pase lo que pase toda mi atención ha de estar puesta en mi nariz. Así veré como de mis pensamientos van saliendo burbujas mientras hacen agua y se hunden sin remedio en las pantanosas aguas de lo impronunciable.