el amor es el único y último recurso que nos queda para salir ilesas de la vida

EL AMOR ES EL ÚNICO Y ULTIMO RECURSO QUE NOS QUEDA PARA SALIR ILESOS DE LA VIDA

En mi casa había un libro. A decir verdad, había tres


Hay versos que se escriben cuando se han acabado las palabras.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Nos llamaremos por nuestros nombres
o por aquellos que nos hayamos inventado,
llegaremos por los caminos menos transitados,
mas insospechados y absurdos,
pero siempre al final nos encontramos. Si cerramos los ojos, la silueta de lo que queremos se nos ofrece nítida y perfecta.
Tal vez siempre todo sea eso, inventarse cada día,
redescubrirse siempre y al mismo tiempo mirarse con asombro



...Hasta que ya, deshabitado el mundo de la fantasía,
despoblado de recursos mi universo,
inconsecuente y vana, perdida la poesía,
vuelo rasante por lo superficial del amor y de los besos

viernes, 27 de noviembre de 2009



Nunca tuve nada para dar a manos llenas

porque nunca conseguí que se llenaran

porque antes de llenarse ya estaban vacías

porque dar a manos llenas

es dar sin opciones a saber lo que se da


dos lados desiguales

Teníamos quince años cuando nos separamos. Y además de tener la misma edad, compartíamos gustos idénticos, aficiones parecidas en cuanto a música y literatura, e incluso nos gustaba el mismo chico que nos daba celos a las dos alternando sus salidas con una y con otra indistintamente, el muy canalla.
Teníamos treinta años cuando nos volvimos a encontrar. Ella estaba casada, tenía dos niñas, vivía cerca de mí, en otro barrio menos seguro, más hospitalario. Ella tenía una casa llena de ruidos, de risas y peleas infantiles, de silencio confortable con paz de madrugada y de amor bien ganado a base de pequeñas guerras individuales en las que casi siempre salía ganando.
Yo tenía un silencio estático y uniforme en un apartamento de lujo, un par de cigarrillos a medio consumir apagados en el cenicero de plata, una copa vacía, un libro abierto sin leer, una cama que se llenaba de apatía cada noche. Y sólo alguna vez, de vez en cuando, una pasión que pasaba desapercibida me dejaba su nombre y su teléfono en la agenda de las causas perdidas.



Todo no tiene solución



Que todo tiene solución, menos la muerte,
Es la ocurrente teoría del conformista
O la tenacidad ante la persistencia
De lo que hemos dado en llamar la mala suerte.

No pregunto.
No afirmo.
Reflexiono.
Hinco los codos
Ante una hipotética tabla de ejercicios mentales
Y me duermo esperando
Que del sueño me surja una respuesta.

“TODO no tiene solución.
Menos
La MUERTE.

¿Quien he de ser cada mañana?



FRANKY

Miró a su alrededor sintiéndose absolutamente desorientado.
Había nacido de un estallido, de la unión del rayo y la tormenta. Se había producido un fragor que repercutió en las paredes haciéndolas temblar. Después sintió la vida en sus venas y lentamente comenzó a pensar. Ya era un hombre, un ser humano. Tenía pensamientos y sentimientos de hombre, atributos de hombre, manos y mirada de hombre. Aunque estaba deformado y perdía el equilibrio por la descompensación de sus miembros y la repercusión de la tormenta que lastimaba con su furia todo lo vivo.
Ya estaba allí, no sabía cómo había llegado, de qué forma se unieron sus miembros agarrotados por la furia y el miedo, a quien pertenecía su pensamiento, a quien su corazón, de dónde extraería el sentimiento si quería amar. Pero todo lo que quería saber lo entendería después cuando llegara el buen tiempo. De momento su escasa inteligencia le mandó descansar y se tumbó bajo un puente protegiéndose de la lluvia, y se quedó dormido.
Después miró a su alrededor cuando todo parecía diferente. Ya no llovía ni el paisaje se escondía tras la tétrica mirada de una tormenta llena de ráfagas violentas y gruñidos de loco. Ahora todo el campo parecía apacible y los verdes brillaban salpicados de gotas como perlas dejadas caer al descuido sobre las hojas. Aquél sería un bello lugar para quedarse, pensó Franky llevándose con trabajo una mano hacia arriba para rascarse una oreja. Tenía los miembros entumecidos y los sintió doloridos por el frío y la humedad. Buscó un claro entre las ramas por donde se colaban rayos del sol y sintió que todo su organismo entraba al servicio de la vida. Sonrió bonachón y se frotó las manos pensando una vez más que aquél sería un buen lugar para quedarse.
Poco a poco fue identificando sensaciones que se abrían paso en su cerebro y les buscó un nombre por el que conocerlas. Ahora sentía una especie de enfado en su interior, como un desasosiego que llamó hambre. Cerca de allí, otros seres parecidos a él se movían en actitudes desconocidas y se aproximó a ellos imitando sus movimientos, intentando hablar como ellos hacían. Pero no le entendieron. Unos le arrojaron piedras, otros corrieron y otros gritaban cosas que no entendía, pero estaban realmente furiosos. Una piedra le alcanzó en el pecho y localizó una palabra para llamar a aquello que sentía. Dolor. Dolor y rabia. Bien, se dijo cada vez más satisfecho, ya soy un hombre, ya me voy pareciendo a ellos.
Quería hacerse entender y siguió aproximándose, pero la actitud cada vez más violenta de sus semejantes lo mantuvo alejado. Los hombres se marcharon dando voces muy altas mientras él se acercaba a una casa que distinguió a lo lejos. Dos personas que lo vieron llegar corrieron y se encerraron en ella. Escuchó el correr de los cerrojos al mismo tiempo que un silbido punzante le rozó la frente. Se tocó con las manos descarnadas y sintió un líquido espeso y pegajoso corriendo por sus pómulos y ocultándose en su boca. Conoció el sabor de la sangre y el escozor de la herida. Pero siguió adelante. Quería ser un miembro de aquélla comunidad, pertenecer a sus vecinos, compartir su paz y tener un techo, conocer el amor.
Franky recordó que uno de sus primeros pensamientos había sido el reconocimiento del amor, saberse poseedor de la válvula que hacía fluir los sentimientos, y no se desalentó. Sabía que la poseía y únicamente necesitaba saber el modo de echarlo hacia fuera para que aquella gente desconocida pudiera conocer sus afectos. Y siguió adelante cada vez con más hambre, con aquél desaliento en el lugar en el que creía que residía la necesidad.
Y llegó a otro lugar en el que unos niños jugaban a esconderse, y se escondió de ellos y aprendió el juego mientras les observaba. Permaneció oculto y cuando vio que un niño se quedaba solo y decía en voz alta una cantinela tapándose la cara con las manos, se acercó hasta él y le dijo “¡te pillé!” con una voz que por primera vez se escuchó a sí mismo y no supo reconocer como una voz humana.
El niño lo miraba horrorizado con los ojos abiertos, paralizado por el miedo y porque los brazos fuertes y desiguales del monstruo lo atenazaban. No podía gritar, pero Franky repetía “te pillé, te pillé”, mientras su enorme cuerpo se agitaba con una risa convulsa y desquiciada. Y allí, sobre los ojos del niño desorbitados por el miedo veía su figura, y un sentimiento que le era desconocido fue apoderándose de su inmenso corazón.
Soltó al niño, caminó hacia atrás dando tumbos haciendo vacilar su corpachón deformado. Con los ojos dilatados comprendió el espanto que causaba y temió sentir el miedo que le causarían los hombres. El día estaba hermoso y el sol se filtraba por las ramas de los árboles, pero él no quería claridad. Buscó la noche de una cueva y se ocultó de los hombres a los que antes había ofrecido su compañía.
Pensó que aquél no era un buen lugar para quedarse. Y lo peor, pensó, es que estaba seguro de que nunca lo hallaría.

jueves, 26 de noviembre de 2009



Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños. La más pequeña hacía rato que dormía y por fortuna tenía un sueño profundo en el que no hicieron mella los gritos ni los golpes. No pude evitar que los otros dos lo presenciaran todo. Por fortuna nunca había pasado estando ellos presentes, pero hoy la imprudencia o las copas o no haber sabido contenerme como otras veces lo pusieron todo en peligro.
Conseguí desplazarme hasta la otra pieza para que al menos no vieran lo peor. Aquél día uno de los dos no salió vivo. Ahora espero poder demostrar legítima defensa.
Llaman.
¿Quien será? Alguien que quiere pernoctar en mi el silencio.

Lo dejaré entrar, no vaya a ser que duerma sobre otro lecho, que sueñe en otro sueño,
que habite otra esperanza.