el amor es el único y último recurso que nos queda para salir ilesas de la vida

EL AMOR ES EL ÚNICO Y ULTIMO RECURSO QUE NOS QUEDA PARA SALIR ILESOS DE LA VIDA

En mi casa había un libro. A decir verdad, había tres


Hay versos que se escriben cuando se han acabado las palabras.

viernes, 17 de septiembre de 2010

UN DÍA DE LLUVIA

UN DÍA DE LLUVIA LARGO TIEMPO ESPERADO

…Llueve, pero no como en los viejos tiempos en que las estaciones eran cuatro y ninguna escatimaba su eficacia y cumplía a rajatabla su tiempo de trabajo y su hora holgazana. Llueve…







…Y llueve.
Con un cántico hermoso que la memoria ya ni recordaba, insistente y tenaz cae la lluvia ávida de tierras y pantanos, de verdores espesos, de caudales rabiosos, llueve…

…Con imperiosa fuerza la tormenta me tiene acorralada, parapetada detrás de los cristales, y después, con suavidad de caricia embaucadora disminuye el torrente de su ira y llueve mansamente, y conmueve, hasta que al fin sus fuerzas se vienen agotadas sobre mí y sus gotas son como caricias suaves resbalando por los costados de la desgana, activando su carga y poniendo en marcha el engranaje. Todo está listo para comenzar de nuevo.
Y ya no llueve. Fue como una lluvia pasajera que permitió que se calmara el miedo, que descansara el alma y se aplacaran los latidos furiosos que golpeaban con fuerza el pecho, que, como un oleaje de mar embravecido, salpicaba el alma de sudores extraños.
Tuvo una vida breve la lluvia esta mañana. Cuando se fue pudimos ver los desastres causados por la tormenta; ahora solo queda hacerse cargo de los daños, reparar las paredes destrozadas y reforzar los tabiques del corazón por si a la lluvia le da por golpear de nuevo.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

LAS REDES SOCIALES



Yo no tengo amigos a docenas, ni por miles, ni siquiera se pueden contar con los dedos de una mano. Amigos, en la acepción más extensa de la palabra, claro. Amigos de quita y pon, de saludos más o menos cordiales, sí, de esos hay algunos más, pero a estos no podemos llamarlos amigos con todas las letras. Se les llama amigos de forma condescendiente, pero hay que saber que las palabras “amigo”, “amistad”, encierra demasiado como para poder otorgársela a todos los que decimos tener o nos tienen.
Los amigos somos gente honrada. No nos tenemos nada que ocultar. A veces hasta nos sinceramos a base de estupideces porque nuestros amigos nos aguantan. También nosotros aguantamos a nuestros amigos aunque suelten estupideces de vez en cuando.
Lo cierto es que ser amiga de alguien, tal como yo lo entiendo, es muy difícil, harto complicado. Y en estas redes sociales, las amistades se crean como las malas hierbas, con rapidez e indiscriminadamente. Hay quien se jacta de tener cuatro mil amigos en facebook, y lo cierto es que la cifra es importante. Y yo envidio a la gente que es capaz de tener tantos amigos. Yo, como Roberto Carlos, quisiera tener un millón de amigos y todos juntos poder cantar. Pero no tengo nada más que unos cuantos y de esos cuantos, solo media docena, más o menos, son mis amigos. ¿Qué hago con el resto? si apenas los veo, si no los conozco, si no los entiendo, si casi nunca nos saludamos, si pasamos de largo al vernos, si ni siquiera entienden mi forma de razonar (si conocieran mis razonamientos), ¿para qué los mantengo ahí? No cuestan nada, es cierto, pero están representando algo, quieren decir algo, sin embargo eso que dicen y representan no tiene nada que ver con la palabra tan hermosa y tan simple, como es la palabra “amigo”.
Cuando le pedimos a alguno de los que están ahí que sean nuestros “amigos”, parece que estamos jugando en el jardín de infancia. “¿Quieres ser mi amigo?” Si nos da la espalda mientras nos ignora, pensamos, “¡Allá él/ella, él/ella se lo pierde!” Si nos acepta nos sentimos felices, igual que los niños cuando están jugando y se llevan al recién llegado a jugar en su cuadrilla. ¡Menudo triunfo!
Yo también he jugado a llevarme a los amigos de otros, al último que entró en el pabellón de los torpes, al más listo de la clase y al primero de la fila. ¿Pero que hago con ellos después de ver que mis signos astrales y los suyos no se corresponden, que mis ideas políticas y sociales son tan diferentes de las suyas, que somos antagonistas y que por nada del mundo nuestros mundos van a acercarse? Uff, que decepcionante.
Los mundos virtuales, como los reales, han de estar sostenidos sobre las bases de una diferencia que la relación hace casi inexistente, de una amistad que solo se basa en la confianza mutua, de un comportamiento que no se puede deslucir por la simpleza de un razonamiento ambiguo. Es muy difícil mantener este asunto de forma clara en un mundo real, así que en el otro figurativo de las imaginaciones, podemos darlo todo casi por perdido.
Yo aun quisiera saber porqué en internet las cosa son tan diferentes. Sigo esperando una explicación. Pero ya dije en un momento dado que mi reino no es de este mundo. Sin duda es fabuloso, pero me sigue interesando más la gente de carne y hueso. Y los mundos virtuales los dejo para aquélla película tan chula, que hace pocos días, además, vi de nuevo en TCM, “Días extraños”. Me apasiona el tema por lo que tiene de extraño, pero para dar pellizcos prefiero la carne humana.

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domingo, 12 de septiembre de 2010

EL SUEÑO DEL 10.9


Un sueño es algo más que una simple confusión onírica.

Cuando me despertaba esta mañana soñaba algo tan irreal como imposible. ¿Una cosa puede ser irreal y al mismo tiempo posible? ¿Es irreal para un humano y posible para la naturaleza? Un arco iris, una aurora boreal, son cosas que parecen irreales, lo son desde el punto de vista de nuestra simple capacidad de observación, pero son posibles para la naturaleza que los realiza. Del mismo modo algo puede ser posible e irreal. Posible para el sueño; irreal para quien lo sueña.

Pues algo así sucedía en el sueño que tenía al despertar. Era tan sorprendente y al mismo tiempo parecía tan real, que estuve durante horas muy irritada y visiblemente furiosa.
Había mucha gente en una habitación, al parecer se trataba de un velatorio -velorio que dicen por ahí-, y todos estaban sentados en sillas o sofás y tenían caras entristecidas, guardaban un gesto compungido, por lo que deduzco que el muerto debía ser querido. O era solo un paripé propio de los velatorios, y el muerto debía ser un vecino, ya que a todos los presentes nos unía el mismo vínculo de orden vecinal, y no creo que todos tuviésemos que sufrir el mismo dolor por el difunto. Presumiblemente fingíamos la tristeza. No sé quien era el muerto, ni siquiera sé que hubiese un muerto, aunque lo sospechara.
En un momento determinado mi marido se incorpora muy decidido de su asiento y toma en brazos a una señora sujetándola por debajo de los muslos y por encima de la cintura, con la resolución digna de un príncipe y la soltura de una pluma. Debo decir que mi marido es obeso, apenas puede moverse con dificultad y el simple hecho de levantarse del sofá debería haber sido un ejercicio casi imposible, y la señora debía pesar al menos noventa kilos de grasa mas tres o cuatro de joyas colgadas y adheridas a sus manos. Pero a pesar de ello lleva a la vecina en brazos con absoluta ligereza, abre el picaporte de una puerta que está cerrada ayudándose de la mano que está bajo los muslos de la mujer, entran en la habitación y cierra la puerta de una patada.
Después del primer momento de estupor salgo de él y abro la puerta por la que han desaparecido, y ya mi marido está sobre la señora, como si se dispusiera a hacer una tabla de abdominales, y ella muy tiesa tendida en la cama, muy formal y complaciente, y ni se inmuta cuando me ve entrar. Mi marido me mira sin demostrar sorpresa, con absoluta indiferencia, y mientras comienza a desmontarse de la señora tiesa y gorda, va diciendo como si hablara con la pared,
--Nada, aquí a echar un polvete a la señora Teresa.

Justo en ese momento me despierto. No salgo de mi confusión. Es todo tan real, parece tan verdadero y al mismo tiempo tan absurdo, tan fuera de la racionalidad, tan desquiciante, que termino riendo pero aún sin terminar de convencerme de que todo sea un sueño. Pongo la radio como hago cada mañana y está hablando Zapatero, contestando a las preguntas de unos periodistas que le atacan ordenadamente. Meneo la cabeza resignada. Salgo de la habitación. Mi marido sigue dormido ajeno a todos los sueños.
Ha pasado un día entero durante el cual he escuchado varias veces los mismos cortes con la entrevista al político y esto me ayudaba a recordar lo soñado, y no sé qué me extrañaba más o qué me daba más risa o qué me parecía más estúpido e increíble.
Al final opté por contar lo que he soñado antes de que todo cayera en el olvido. Para no olvidar nunca que tanto mi marido como el señor Zapatero son dos tunantes mentirosos que solo saben jugar a base de faroles mientras echan balones fuera del área. Lo escrito permanece, y si se cuelga en internet no hay escapatoria para el sueño.