el amor es el único y último recurso que nos queda para salir ilesas de la vida

EL AMOR ES EL ÚNICO Y ULTIMO RECURSO QUE NOS QUEDA PARA SALIR ILESOS DE LA VIDA

En mi casa había un libro. A decir verdad, había tres


Hay versos que se escriben cuando se han acabado las palabras.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

LAS REDES SOCIALES



Yo no tengo amigos a docenas, ni por miles, ni siquiera se pueden contar con los dedos de una mano. Amigos, en la acepción más extensa de la palabra, claro. Amigos de quita y pon, de saludos más o menos cordiales, sí, de esos hay algunos más, pero a estos no podemos llamarlos amigos con todas las letras. Se les llama amigos de forma condescendiente, pero hay que saber que las palabras “amigo”, “amistad”, encierra demasiado como para poder otorgársela a todos los que decimos tener o nos tienen.
Los amigos somos gente honrada. No nos tenemos nada que ocultar. A veces hasta nos sinceramos a base de estupideces porque nuestros amigos nos aguantan. También nosotros aguantamos a nuestros amigos aunque suelten estupideces de vez en cuando.
Lo cierto es que ser amiga de alguien, tal como yo lo entiendo, es muy difícil, harto complicado. Y en estas redes sociales, las amistades se crean como las malas hierbas, con rapidez e indiscriminadamente. Hay quien se jacta de tener cuatro mil amigos en facebook, y lo cierto es que la cifra es importante. Y yo envidio a la gente que es capaz de tener tantos amigos. Yo, como Roberto Carlos, quisiera tener un millón de amigos y todos juntos poder cantar. Pero no tengo nada más que unos cuantos y de esos cuantos, solo media docena, más o menos, son mis amigos. ¿Qué hago con el resto? si apenas los veo, si no los conozco, si no los entiendo, si casi nunca nos saludamos, si pasamos de largo al vernos, si ni siquiera entienden mi forma de razonar (si conocieran mis razonamientos), ¿para qué los mantengo ahí? No cuestan nada, es cierto, pero están representando algo, quieren decir algo, sin embargo eso que dicen y representan no tiene nada que ver con la palabra tan hermosa y tan simple, como es la palabra “amigo”.
Cuando le pedimos a alguno de los que están ahí que sean nuestros “amigos”, parece que estamos jugando en el jardín de infancia. “¿Quieres ser mi amigo?” Si nos da la espalda mientras nos ignora, pensamos, “¡Allá él/ella, él/ella se lo pierde!” Si nos acepta nos sentimos felices, igual que los niños cuando están jugando y se llevan al recién llegado a jugar en su cuadrilla. ¡Menudo triunfo!
Yo también he jugado a llevarme a los amigos de otros, al último que entró en el pabellón de los torpes, al más listo de la clase y al primero de la fila. ¿Pero que hago con ellos después de ver que mis signos astrales y los suyos no se corresponden, que mis ideas políticas y sociales son tan diferentes de las suyas, que somos antagonistas y que por nada del mundo nuestros mundos van a acercarse? Uff, que decepcionante.
Los mundos virtuales, como los reales, han de estar sostenidos sobre las bases de una diferencia que la relación hace casi inexistente, de una amistad que solo se basa en la confianza mutua, de un comportamiento que no se puede deslucir por la simpleza de un razonamiento ambiguo. Es muy difícil mantener este asunto de forma clara en un mundo real, así que en el otro figurativo de las imaginaciones, podemos darlo todo casi por perdido.
Yo aun quisiera saber porqué en internet las cosa son tan diferentes. Sigo esperando una explicación. Pero ya dije en un momento dado que mi reino no es de este mundo. Sin duda es fabuloso, pero me sigue interesando más la gente de carne y hueso. Y los mundos virtuales los dejo para aquélla película tan chula, que hace pocos días, además, vi de nuevo en TCM, “Días extraños”. Me apasiona el tema por lo que tiene de extraño, pero para dar pellizcos prefiero la carne humana.

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