el amor es el único y último recurso que nos queda para salir ilesas de la vida

EL AMOR ES EL ÚNICO Y ULTIMO RECURSO QUE NOS QUEDA PARA SALIR ILESOS DE LA VIDA

En mi casa había un libro. A decir verdad, había tres


Hay versos que se escriben cuando se han acabado las palabras.

domingo, 12 de septiembre de 2010

EL SUEÑO DEL 10.9


Un sueño es algo más que una simple confusión onírica.

Cuando me despertaba esta mañana soñaba algo tan irreal como imposible. ¿Una cosa puede ser irreal y al mismo tiempo posible? ¿Es irreal para un humano y posible para la naturaleza? Un arco iris, una aurora boreal, son cosas que parecen irreales, lo son desde el punto de vista de nuestra simple capacidad de observación, pero son posibles para la naturaleza que los realiza. Del mismo modo algo puede ser posible e irreal. Posible para el sueño; irreal para quien lo sueña.

Pues algo así sucedía en el sueño que tenía al despertar. Era tan sorprendente y al mismo tiempo parecía tan real, que estuve durante horas muy irritada y visiblemente furiosa.
Había mucha gente en una habitación, al parecer se trataba de un velatorio -velorio que dicen por ahí-, y todos estaban sentados en sillas o sofás y tenían caras entristecidas, guardaban un gesto compungido, por lo que deduzco que el muerto debía ser querido. O era solo un paripé propio de los velatorios, y el muerto debía ser un vecino, ya que a todos los presentes nos unía el mismo vínculo de orden vecinal, y no creo que todos tuviésemos que sufrir el mismo dolor por el difunto. Presumiblemente fingíamos la tristeza. No sé quien era el muerto, ni siquiera sé que hubiese un muerto, aunque lo sospechara.
En un momento determinado mi marido se incorpora muy decidido de su asiento y toma en brazos a una señora sujetándola por debajo de los muslos y por encima de la cintura, con la resolución digna de un príncipe y la soltura de una pluma. Debo decir que mi marido es obeso, apenas puede moverse con dificultad y el simple hecho de levantarse del sofá debería haber sido un ejercicio casi imposible, y la señora debía pesar al menos noventa kilos de grasa mas tres o cuatro de joyas colgadas y adheridas a sus manos. Pero a pesar de ello lleva a la vecina en brazos con absoluta ligereza, abre el picaporte de una puerta que está cerrada ayudándose de la mano que está bajo los muslos de la mujer, entran en la habitación y cierra la puerta de una patada.
Después del primer momento de estupor salgo de él y abro la puerta por la que han desaparecido, y ya mi marido está sobre la señora, como si se dispusiera a hacer una tabla de abdominales, y ella muy tiesa tendida en la cama, muy formal y complaciente, y ni se inmuta cuando me ve entrar. Mi marido me mira sin demostrar sorpresa, con absoluta indiferencia, y mientras comienza a desmontarse de la señora tiesa y gorda, va diciendo como si hablara con la pared,
--Nada, aquí a echar un polvete a la señora Teresa.

Justo en ese momento me despierto. No salgo de mi confusión. Es todo tan real, parece tan verdadero y al mismo tiempo tan absurdo, tan fuera de la racionalidad, tan desquiciante, que termino riendo pero aún sin terminar de convencerme de que todo sea un sueño. Pongo la radio como hago cada mañana y está hablando Zapatero, contestando a las preguntas de unos periodistas que le atacan ordenadamente. Meneo la cabeza resignada. Salgo de la habitación. Mi marido sigue dormido ajeno a todos los sueños.
Ha pasado un día entero durante el cual he escuchado varias veces los mismos cortes con la entrevista al político y esto me ayudaba a recordar lo soñado, y no sé qué me extrañaba más o qué me daba más risa o qué me parecía más estúpido e increíble.
Al final opté por contar lo que he soñado antes de que todo cayera en el olvido. Para no olvidar nunca que tanto mi marido como el señor Zapatero son dos tunantes mentirosos que solo saben jugar a base de faroles mientras echan balones fuera del área. Lo escrito permanece, y si se cuelga en internet no hay escapatoria para el sueño.

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