el amor es el único y último recurso que nos queda para salir ilesas de la vida

EL AMOR ES EL ÚNICO Y ULTIMO RECURSO QUE NOS QUEDA PARA SALIR ILESOS DE LA VIDA

En mi casa había un libro. A decir verdad, había tres


Hay versos que se escriben cuando se han acabado las palabras.

sábado, 16 de octubre de 2010

CARTA A DIOS. (Extensa misiva en tres capítulos) 2º.-


Por eso te pido ayuda y por eso no puedes seguir cerrando los ojos ignorando lo que pasa. Porque tú tendrás muchos hijos, pero yo sólo tengo dos. Y muchos de tus hijos no tendrán dificultades para vivir sin ti –de hecho, muchos viven toda su vida sin saber que existes, sin echarte de menos-, pero desgraciados de los míos si yo les falto, si el patán de su padre me mata un día de estos, como tiene avisado. La verdad, Dios, es que estoy muy confundida, tengo miedo porque me siento desprotegida. Si voy a la policía, salgo con la impresión de que no me han escuchado o es que mi caso es tan frecuente que se lo conocen de memoria y hay una denuncia estándar para todos los casos. Salen disparados si se produce un atraco en la sucursal del banco de la esquina, pero ante mi denuncia permanecen impávidos y rígidos, me oyen como si estuviesen escuchando llover en la estación de las lluvias, y me dicen que vuelva si se produce un nuevo altercado.
También los servicios sociales me ofrecen su ayuda, de hecho, en algunas ocasiones he utilizado sus servicios, incluso me han dejado dormir junto a mis hijos en el patio central del Ayuntamiento, en los bancos que hay para que la gente permanezca sentada en las largas esperas de sus solicitudes, pero a la mañana siguiente, cuando a mi marido se le ha pasado la borrachera y nos ha dejado entrar en la casa, todo ha vuelto a parecer normal, y es como yo digo, pan para hoy y hambre para mañana. Conozco una medida más contundente y drástica, una salida que de una vez por todas me abrirá las puertas de la libertad, pero un gran número de interrogantes me condicionan y me frenan a la hora de tomar decisiones. Nos matamos todos o espero que él nos aniquile. Sólo una de las dos soluciones será la que al final cierre el capítulo de mi vida.
En última instancia acudí al párroco. Y de nuevo espero que me perdones por considerarte en último recurso, como solución final. Pero creo que en cuestiones de pareja no debes entender mucho, Tú que estás solo. Además, creo que fuiste Tú quien estableció las reglas. Bueno, lo cierto es que acudí al párroco esperando de él algo más que consuelo y me rogó muy enérgicamente que me refugiara en Ti, que sólo en Tu compañía podría encontrar la paz que buscaba. Sinceramente, creo que no me entendió. No sé qué le cuentan las mujeres en el confesionario, pero yo fui a él con la cara descubierta, abierta y libremente pidiendo consejo, una línea de acción, una salida para mí y mis hijos, pero se comprende que entre sus funciones no están las de aconsejarme algo distinto que no sea ampararme en Ti y en tu doctrina.
“Busca protección en Dios -me dijo-, sólo la fe en Él te dará fuerzas y ánimos para continuar”.
Pero es que yo no quiero continuar, Dios. Yo quiero acabar con esta situación y nadie me da la solución y esto no acabará hasta que alguien resulte muerto. Por eso recurro a Ti directamente, sin intermediarios, sin curas pusilánimes que temen tus represalias si no cumplen lo que les has mandado. Dime, ¿qué puedo hacer, Dios? No tengo recursos ni trabajo ni sé bajo qué techo meterme con mis hijos si me voy de aquélla casa. Estoy tan desesperada que no me importa parecer una niña pequeña escribiendo la carta para los Reyes Magos, con la mayor ilusión esperando una respuesta.
¿Qué hago, Dios? Si ni aún con todas las fuerzas unidas apoyando la causa –la judicial, la social y la divina-, pueden protegerme, ¿qué debo esperar? ¿He de seguir temiendo, sufriendo la amenaza constante, el insulto humillante, la agresión verbal y física, el menosprecio, tal vez la muerte?

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