el amor es el único y último recurso que nos queda para salir ilesas de la vida

EL AMOR ES EL ÚNICO Y ULTIMO RECURSO QUE NOS QUEDA PARA SALIR ILESOS DE LA VIDA

En mi casa había un libro. A decir verdad, había tres


Hay versos que se escriben cuando se han acabado las palabras.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

LA NOCHE DEL COMETA

Era una noche distinta y extraña aquélla noche, aunque parecida a todas las anteriores en el formato de calor insufrible y terco, con vaharadas de aire caliente que penetraba en los entresijos de los instintos. Habían pasado muchas noches entre ésta y aquélla otra que no consigue olvidar, pero no había sucedido nada digno de recordar; sólo que ella creyó morir, que su reloj, en muchos momentos, se paraba. Había subido la temperatura considerablemente, el cielo se veía altísimo, intensamente negro y estrellado. Había un brillo especial en las luces de la calle, un brillo salpicado de opacidad y hasta el silencio parecía estar expectante de algo inaudito que estaba por ocurrir.
Parecía reflexionar en la grandiosidad de aquélla noche cuando fijó los ojos en la bóveda inmensa, brillante y negra que se sostenía sobre el mundo, y se sintió pequeña hasta la enormidad, insignificante y nula. Pensó que el hombre no podría nunca ser tan perfecto como todo aquello. Y entonces fue cuando lo vio, mayestático y hermoso ante la nebulosa de su estela plateada.
Solo, errante, por los siglos de los siglos. Y supo que un hombre sólo, una mujer, solos bajo aquella noche, como estrellas sin luz y extraviados entre millones de estrellas, no son nadie, no son nada. Apenas dos migajas de una nada enorme, perdidos en una enorme soledad desértica.
Y sintió algo indescriptible en su interior, como si de pronto se reconociera en una edad lejana, cuando aún se sabía una romántica incorregible, cuando aún era rebelde y subversiva y guerreaba en las calles y portaba estandartes y gritaba consignas y se sentía capaz de cambiar el mundo y sus sistemas, porque sabía que vivían en un mundo imperfecto y soñaba con hacer otro maravilloso, como si de la nada de un sueño pudiera cambiar las cosas…



…Y comenzó a elevarse sin despegar los pies del suelo hasta alcanzar al cometa que la esperaba solo en la altura, en la bóveda estrellada y negra del firmamento.

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