
El hombre se sintió satisfecho. Había sido un día más y había terminado. A veces al rutina lo mataba. La incordialidad se establecía entre él y sus dias, él y sus trabajos, él y sus principios, sus necesidades, sus sueños. Pero aquél día, a pesar de que todo había sido igual y había terminado de la misma manera, se sintió diferente. Se miró al espejo y sonrió. Se sintió casi avergonzado por sentirse feliz. Total, pensó, si no habia pasado nada extraordinario... Pero se fue a dormir con aquélla sonrisa puesta en los labios.
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